La caída (Albert Camus)


Highlights


A veces imagino lo que habrán de decir de nosotros los historiadores futuros. Les bastará una frase para caracterizar al hombre moderno: fornicaban y leían periódicos.


Felizmente, disponemos de ginebra, la única luz en estas tinieblas. ¿Siente usted la luz dorada, bronceada, que nos introduce en el cuerpo


Pero es la superabundancia, que se desborda. Apenas abro la boca las frases me afluyen.


más dorado durante la noche; pero noche y día ese sueño está poblado por figuras de Lohengrin,


Porque aquí estamos en el corazón de las cosas.


Aquí estamos en el último círculo, el círculo de los…, ah, ¿lo sabe? ¡Diablos, cada vez se me hace usted más difícil de clasificar! Quiere decir entonces que usted comprende por qué digo yo que el centro de las cosas está aquí, aunque nos encontremos en el extremo del continente.


Estas son las consecuencias de un voto. Suponga usted que alguien se arroje al agua. Hay dos posibilidades: o usted lo sigue, para salvarlo y, en la estación fría, corre usted el peor de los peligros, o bien lo abandona, y los impulsos reprimidos de zambullirse nos dejan, a veces, extrañas agujetas.


Estoy seguro de que usted habría admirado la exactitud de mi tono, el equilibrio de mi emoción, la persuasión y el calor, la indignación de mis defensas


Me mostraba a la vez bailarín infatigable y erudito discreto; conseguía amar al mismo tiempo, lo cual en modo alguno es fácil, a las mujeres y la justicia; practicaba deportes y cultivaba las bellas artes. Vaya, aquí me detengo para que no piense usted que me complazco en mí mismo.


Pero le ruego que me imagine usted en la flor de la edad, de salud perfecta, generosamente dotado, hábil en los ejercicios del cuerpo, así como en los de la inteligencia, ni pobre ni rico; que dormía bien y que estaba profundamente contento de mí mismo, sin mostrarlo más que por una sociabilidad feliz.


Sí, pocos seres fueron más naturales que yo. Mi acuerdo con la vida era total. Me adhería a ella de arriba abajo, o sin rechazar nada de sus ironías, de su grandeza, de su miseria.


Designado personalmente, entre todos, para el éxito largo y constante.


En cambio, la amistad ya es algo menos sencillo. Tardamos en obtenerla y nos cuesta trabajo obtenerla. Pero, cuando la tenemos ya no hay manera de desembarazarse de ella.


Pero no, si los amigos telefonean, tenga usted la seguridad de ello, lo hacen la noche en que usted no está solo y en que la vida le parece hermosa


Que el Cielo nos guarde, querido señor, de que nuestros amigos nos coloquen demasiado alto!


Mire usted, me hablaron de un hombre cuyo amigo estaba preso, y él se acostaba todas las noches en el suelo para no gozar de una comodidad de que habían privado a aquel a quien él quería. ¿Quién, querido señor, quién se acostará en el suelo por nosotros? ¿Si yo mismo soy capaz de hacerlo


Conocí a un hombre que dedicó veinte años de su vida a una casquivana, a la que le sacrificó todo, las amistades, el trabajo, y hasta la decencia de su vida, y que una noche se dio cuenta de que nunca la había amado. Lo que ocurría es que se aburría; eso era todo. Se aburría como la mayor parte de la gente. Entonces se había creado, a toda costa, una vida de complicaciones y de dramas. ¡Es menester que pase algo en nuestra vida


Aquí tiene usted la explicación de la mayor parte de los compromisos humanos. Es menester que pase algo, aunque sea el sometimiento sin amor, aunque sea la guerra o la muerte. ¡Vivan, pues, los entierros!


en mi interior un vasto sentimiento de potencia y, ¿cómo podría decirlo?, de realización, que dilataba mi pecho. Me erguí y me disponía a encender un cigarrillo, el cigarrillo de la satisfacción, cuando en ese preciso instante detrás de mi estalló una carcajada


Fui al cuarto de baño para beber un vaso de agua. Mi imagen sonreía en el espejo, pero me pareció que aquella sonrisa era doble…


En Holanda todo el mundo es especialista en pinturas y en tulipanes.


Creo que esperaba algo. Pero atravesaba el Sena, no ocurría nada y entonces respiraba


Vi a algunos médicos, que me dieron estimulantes. Me reanimaba un poco y luego volvía a caer en mi abatimiento. La vida se me hacía menos fácil: cuando el cuerpo está triste, el corazón languidece.


Me parece que hablo menos bien y que mi discurso es menos seguro.


¡Pero eso sería el infierno! Sí, el infierno debe ser así: calles con letreros y ningún medio para explicarse. Queda uno clasificado de una vez por todas.


Sencillamente me sentía liberado con respecto a todos, por la excelente razón de que no reconocía ningún igual mío. Siempre me estimé más inteligente que todo el mundo, ya se lo dije, pero también más sensible y más hábil, tirador excelente, conductor incomparable, mejor amante. Hasta en aquellos terrenos en que me resultaba fácil verificar mi inferioridad, como en el tenis, por ejemplo, juego en el que yo no era sino un contendiente mediocre, me era difícil no creer que, si tuviera tiempo de entrenarme, estaría entre los campeones


Pero, seamos justos. Lo cierto es que mis olvidos tenían mérito. Habrá usted observado que hay gentes cuya religión consiste en perdonar todas las ofensas, ofensas que, en efecto, perdonan, pero nunca olvidan. Yo no estaba hecho de tan buena madera para perdonar las ofensas; pero siempre terminaba por olvidarlas. Y aquel que se creía detestado por mí, no salía de su asombro cuando yo lo saludaba con una amplia sonrisa. Según su índole, admiraba entonces mi grandeza de ánimo o bien despreciaba mi torpeza, sin imaginar que la razón que me movía a tal actitud era más sencilla: había olvidado hasta el nombre de esa persona


La sensualidad no es repugnante en sí misma.


Me cuesta trabajo confesarlo, pero habría renunciado a diez conversaciones con Einstein por un primer encuentro con una bonita figuranta


Y cuántas veces, hallándome en la calle en medio de una discusión apasionada con amigos, perdía el hilo del razonamiento que se exponía porque una linda coqueta cruzaba en ese momento la calzada.


Unos gritan: "¡Ámame!"; los otros: "¡No me ames!" Pero cierta clase de hombres, la más desdichada, dice: "¡No me ames, pero permanéceme fiel!".


Un día se encuentra uno en la situación de tomar una mujer sin desearla realmente. Créame, para ciertos seres, por lo menos, tomar lo que no desean es la cosa más difícil del mundo.


Y esto ocurrió hasta el día en que, en medio del violento desorden de un doloroso y obligado placer, ella rindió homenaje en voz alta a lo que la sometía. Aquel día comencé a alejarme de ella. Desde entonces la olvidé.


amado y de recibir lo que, según pensaba, se me debía. Apenas amado y apenas mi adversaria quedaba nuevamente olvidada, yo volvía a resplandecer, me sentía bien, me hacía simpático


En ciertos momentos de impaciencia, me decía entonces que la solución ideal habría sido la muerte de la persona que me interesaba.


Que cómo sé que no tengo amigos? Pues es muy sencillo: lo descubrí el día en que pensé en matarme para jugarles una mala pasada, para castigarlos en cierto modo. Pero, ¿castigar a quién?


Siempre creen que uno se suicida por una razón; pero muy bien puede uno suicidarse por dos razones. No, eso no les entra en la cabeza.


la única divinidad razonable, quiero decir, al azar.


Sobre todo, no crea en sus amigos cuando le pidan que sea sincero con ellos. Únicamente esperan que usted les confirme la buena idea que de sí mismo tienen, al suministrarles usted una certeza suplementaria, que ellos obtienen de su promesa de sinceridad.


Lo más frecuente, en cambio, es que nos confesemos a quienes se nos parecen y comparten nuestras debilidades


Hacía la guerra por medios pacíficos y obtenía, por fin, gracias al desinterés, todo lo que deseaba. Por ejemplo, nunca me quejaba de que se olvidaran de la fecha de mi cumpleaños: la gente hasta se sorprendía, con un poquillo de admiración, por lo discreto que me mostraba en ese punto.


Muchos días antes de la fecha, gloriosa entre todas y que yo conocía muy bien, me mantenía al acecho, prestando atención para que no se me escapara nada que pudiera despertar el recuerdo de aquellos con cuyo olvido contaba yo.


yo estaba ausente el momento en que estaba más presente.


Viví toda mi vida bajo un doble signo y mis acciones más serias fueron a menudo aquellas en que menos me había comprometido.


No; se trataba de confesarlas a los hombres, a un amigo, o a una mujer amada, por ejemplo. Si no lo hacía así, una sola mentira que permaneciera oculta en mi vida sería definitiva por obra de la muerte


Lo que hice fue refugiarme en las mujeres. Como usted sabe, ellas no condenan realmente ninguna debilidad, sino que más bien procuran humillar o desarmar nuestras fuerzas


Me veía entonces llevado a hacer promesas cada vez más explícitas, a exigir de mi corazón un sentimiento cada vez más vasto.


Yo también me puse a hablar del amor y terminé por persuadirme a mí mismo.


En cierto sentido, yo había vivido siempre en el libertinaje y nunca había dejado de querer ser inmortal.


Los hombres que sienten realmente celos no tienen otro deseo más apremiante que el de acostarse con aquella que, sin embargo, según ellos creen, los ha traicionado.


Créame, las religiones se engañan desde el momento en que comienzan a hacer moral y a fulminar mandamientos. Dios no es necesario para crear la culpabilidad ni para castigar


Aún no terminé. Tengo que continuar. Continuar, eso es lo difícil


No, no bromeo sino a medias


es difícil distinguir lo verdadero de lo falso en lo que cuento.


Y mis historias, verdaderas o falsas, ¿no tienden todas al mismo fin, no tienen todas el mismo sentido


Nosotros, hijos de la mitad del siglo, no tenemos necesidad de ilustraciones para imaginarnos esos lugares


A decir verdad, tenía un poco de vergüenza de poseer cosas.


En filosofía, lo mismo que en política, soy, pues, partidario de toda teoría que niega la inocencia del hombre y de toda práctica que lo trata como culpable. En mi está viendo usted, querido amigo, un partidario ilustrado de la servidumbre


Yo, por ejemplo, que no soy sentimental, ¿sabe usted con lo que soñé? Con un amor completo, con un amor de todo el corazón y todo el cuerpo, amor de día y de noche, en un abrazo incesante, en el que gozara y me exaltara. Y que esto durara cinco años. Después, la muerte. ¡Ay!


Soy feliz, le digo; le prohíbo que no crea que soy feliz. ¡Soy feliz a rabiar


Ahora es ya demasiado tarde, siempre será demasiado tarde!

Marco Herrera Solar. Last modified: June 29, 2024. Sitio hecho con Franklin.jl y Julia programming language.