Reforma o revolución (Luxemburg, Rosa)


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Según Bernstein, el desarrollo del capitalismo hace cada vez más improbable su hundimiento general, debido a que, por un lado, el sistema capitalista muestra cada vez mayor capacidad de adaptación y, por otro lado, la producción se diversifica cada día más.


la desaparición de las crisis generales, gracias al desarrollo del sistema crediticio, las alianzas empresariales y el avance de los medios de transporte y comunicación; 2) la resistencia demostrada por las clases medias, a consecuencia de la creciente diferenciación de las ramas de la producción y del ascenso de amplias capas del proletariado a las clases medias; 3) y, finalmente, la mejora de la situación económica y política del proletariado, como resultado de la lucha sindical.


la socialdemocracia ya no debe orientar su actividad cotidiana a la conquista del poder político, sino a la mejora de las condiciones de la clase obrera dentro del orden existente.


La teoría socialista mantuvo hasta ahora que el punto de partida para la transformación socialista sería una crisis general y catastrófica,


La idea fundamental es que el capitalismo, víctima de sus propias contradicciones internas, llegará a desequilibrarse, a hacerse imposible.


la anarquía creciente de la economía capitalista, que convierte su decadencia en inevitable. En segundo lugar, la progresiva socialización del proceso de producción, que da lugar al germen del futuro orden social. Y en tercer lugar, la organización y la conciencia de clase crecientes del proletariado, el cual constituye el factor activo de la revolución venidera.


«Con el creciente desarrollo de la sociedad, un hundimiento simultáneo y cercano del actual sistema de producción no es más probable, sino más improbable, porque el desarrollo capitalista aumenta, por un lado, la capacidad de adaptación de la industria y, por otro, o al mismo tiempo, su diferenciación


El crédito cumple diversas funciones en la economía capitalista, siendo las más importantes la expansión de la producción y la facilitación del intercambio.


Si bien es verdad que las crisis surgen de la contradicción entre la capacidad de expansión —la tendencia al aumento de la producción— y la limitada capacidad de consumo, el crédito es precisamente, a la vista de lo dicho más arriba, el medio de conseguir que esa contradicción estalle con la mayor frecuencia posible.


incrementa desproporcionadamente la capacidad de expansión, convirtiéndose así en el motor interno que constantemente empuja a la producción a rebasar los límites del mercado.


Pero el crédito es un arma de dos filos: primero, como factor del proceso productivo, origina la sobreproducción, y después, como factor del intercambio de mercancías, destruye durante las crisis las fuerzas productivas que él mismo creó.


Por tanto, lejos de ser un instrumento de eliminación o atenuación de las crisis, es un factor especialmente poderoso para la formación de las mismas.


¿Cómo es posible que el crédito aparezca, en general, como un «medio de adaptación» del capitalismo?


Y, finalmente, agudiza la contradicción entre el carácter social de la producción y la propiedad privada capitalista, en la medida en que hace necesaria la intervención del Estado en la producción


En una palabra, el crédito reproduce las contradicciones fundamentales del capitalismo, las lleva al paroxismo y acelera su desarrollo, empujando así al mundo capitalista a su propia destrucción.


La primera medida de adaptación del capitalismo, en relación con el crédito, tendría que ser, por tanto, su abolición, hacerlo desaparecer


El objetivo económico real y el resultado de las alianzas empresariales es eliminar la competencia dentro de una determinada rama de la producción,


Por tanto, en todos los casos, el motivo de la crisis comercial fue la repentina expansión de la economía capitalista, y no su contracción.


Nos encontramos en una fase en que las crisis ya no son el producto del ascenso del capitalismo, pero todavía tampoco son el producto de su decadencia.


si algo resulta especialmente adecuado para acercarnos a ese periodo, para establecer con rapidez el mercado mundial y agotarlo también con igual rapidez, ello es precisamente esos mismos fenómenos, el crédito y los cárteles, sobre los que Bernstein construye su teoría de los «medios de adaptación» del capitalismo.][


La creencia de que la producción capitalista pueda «adaptarse» a la distribución presupone una de estas dos cosas: o el mercado mundial puede crecer infinita e ilimitadamente o, por el contrario, las fuerzas productivas ven tan frenado su desarrollo, que no pueden superar los límites del mercado. La primera opción es materialmente imposible y la segunda se enfrenta al hecho de que los constantes avances técnicos crean a diario nuevas fuerzas productivas en todas las ramas de la producción.


Así pues, los medios para la implantación paulatina del socialismo son los sindicatos, las reformas sociales y también, como añade Bernstein, la democratización política del Estado.


Su propio interés lleva al capitalista a mejorar sus técnicas. Pero el trabajador individual afectado se encuentra en una posición opuesta. Cada transformación técnica entra en conflicto con sus intereses, ya que empeora su situación inmediata porque deprecia el valor de su fuerza de trabajo y hace el propio trabajo más intensivo, más monótono y más penoso. Si el sindicato puede intervenir en el aspecto técnico de la producción, evidentemente tiene que hacerlo en defensa de los grupos de trabajadores afectados directamente, es decir, oponiéndose a las innovaciones. En este caso, pues, el sindicato no actúa en interés de la totalidad de la clase obrera y de su emancipación —que coincide, más bien, con el progreso técnico, esto es, con el interés del capitalista aislado—, sino que actúa en un sentido reaccionario. En efecto, lo cierto es que la pretensión de influir en el aspecto técnico de la producción no ha de buscarse en el futuro del movimiento sindical, como hace Konrad Schmidt, sino en su pasado. Esta pretensión caracterizó la fase primitiva del tradeunionismo[19] inglés (hasta 1860), cuando todavía conservaba restos de las tradiciones gremialistas medievales y se inspiraba en el anticuado principio de «derecho adquirido a un trabajo adecuado[20]».


Por tanto, el campo de actuación de los sindicatos se limita esencialmente a la lucha por el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral, es decir, a regular la explotación capitalista según las condiciones del mercado.


O dicho en términos económicos: no es una amenaza a la explotación capitalista, sino simplemente una regulación de la misma.


El Estado actual es, ante todo, una organización de la clase capitalista dominante, y si ejerce diversas funciones de interés general en beneficio del desarrollo social es únicamente en la medida en que dicho desarrollo coincide en general con los intereses de la clase dominante.


En esta dualidad entre el desarrollo social y los intereses de la clase dominante, el Estado toma partido por estos últimos. Al igual que la burguesía, el Estado aplica una política contraria al desarrollo social, y con ello pierde cada vez más su carácter de representante del conjunto de la sociedad y se va convirtiendo progresivamente en un puro Estado de clase;


La teoría de la implantación gradual del socialismo descansa sobre la idea de una reforma paulatina de la propiedad y del Estado capitalistas en un sentido socialista. Sin embargo, debido a los procesos objetivos de la sociedad contemporánea, ambos, propiedad y Estado, se desarrollan precisamente en direcciones opuestas. El carácter social de la producción es cada vez mayor y la intervención y control del Estado en la misma, también. Pero, al mismo tiempo, la propiedad privada va adquiriendo cada vez más la forma de una cruda explotación capitalista del trabajo ajeno y el Estado ejerce cada vez más su control guiado exclusivamente por los intereses de la clase dominante.


Las relaciones de producción capitalistas se aproximan cada vez más a las socialistas. Pero sus relaciones políticas y jurídicas, en cambio, levantan un muro infranqueable entre la sociedad capitalista y la socialista. Ni las reformas sociales ni la democracia debilitan dicho muro, sino que lo hacen más recio y más alto. Sólo el martillazo de la revolución, es decir, la conquista del poder político por el proletariado, podrá derribarlo.


Los sindicatos, la lucha por reformas sociales y la democratización de las instituciones políticas es habitualmente el contenido formal de la actividad del partido socialdemócrata. Pero la diferencia no estriba en el qué, sino en el cómo.


por lo que el partido sólo debe considerar los resultados inmediatos de su actividad sindical y parlamentaria, es decir, la mejora de la situación material de los trabajadores, la limitación paulatina de la explotación capitalista y la ampliación del control social.


El socialismo no surge automáticamente y bajo cualquier circunstancia de la lucha cotidiana de la clase obrera, sino que sólo puede ser consecuencia de las cada vez más agudas contradicciones de la economía capitalista y del convencimiento, por parte de la clase obrera, de la necesidad de superar tales contradicciones a través de una revolución social.


Si el capitalismo se sigue desarrollando en la dirección en que lo ha hecho hasta ahora, sus contradicciones inherentes, lejos de atenuarse, se agravarán. Las contradicciones del capitalismo sólo se podrían atenuar si el propio modo de producción capitalista frenase su desarrollo.


Y son precisamente las crisis, la otra consecuencia del mismo proceso, las que facilitan —a través de la depreciación periódica del capital, el abaratamiento de los medios de producción y la paralización de una parte del capital activo— el aumento de la tasa de beneficio, ya que crean nuevas posibilidades de inversión, lo que hace progresar la producción. Las crisis, pues, sirven para avivar el fuego del desarrollo capitalista, de forma que su desaparición definitiva —y no momentánea, como nosotros pensamos— del proceso de formación del mercado mundial no contribuiría a que la economía capitalista prosperase, como cree Bernstein, sino que la abocaría directamente al estancamiento.


La economía vulgar cree, al igual que Bernstein, en la posibilidad de regular la economía capitalista y, como la teoría bernsteiniana, su objetivo en última instancia es la suavización de las contradicciones del capitalismo y la reparación de sus heridas. En otras palabras, acaba suscribiendo un modo de proceder reaccionario, en vez de revolucionario, y por ello acaba en una utopía. En conjunto, la teoría revisionista se puede caracterizar así: una teoría del estancamiento del movimiento socialista basada en una teoría del estancamiento capitalista propia de la economía vulgar.


Por un error muy simple de la economía vulgar: Bernstein no entiende por capitalista una categoría de la producción, sino el derecho de propiedad; no entiende una unidad económica, sino una unidad fiscal; y no entiende el capital como un todo dentro de la producción, sino únicamente como fortunas dinerarias.


Por el contrario, Bernstein concluye que la inexistencia de una mayoría numérica socialista imposibilita el socialismo. En realidad, la socialdemocracia no espera alcanzar su objetivo último ni por la violencia victoriosa de una minoría ni por la mera superioridad numérica, sino como resultado de la necesidad económica —y la comprensión de tal necesidad—, que llevará a la supresión del capitalismo por las masas obreras. Y esa necesidad se expresa, sobre todo, en la anarquía capitalista.


¿Y cuál fue la llave mágica con la que Marx pudo acceder a los secretos de todos los fenómenos capitalistas, que le permitió resolver, como en un juego, problemas que ni las más sobresalientes eminencias de la economía burguesa clásica, como Smith y Ricardo[33], llegaron a sospechar?


Pues no fue otra que precisamente su concepción de toda la economía capitalista como una manifestación histórica, y no sólo hacia atrás, como en el mejor de los casos podía llegar a reconocer la economía clásica, sino también hacia delante, es decir, no sólo en lo concerniente al pasado feudal, sino también en lo concerniente al futuro socialista.


Si Marx pudo descifrar los jeroglíficos de la economía capitalista fue precisamente, y únicamente, porque se enfrentó a ellos desde un punto de vista socialista, es decir, desde una perspectiva histórica.


Es decir, que las cooperativas de producción (dejando al margen su carácter híbrido) tampoco sirven como instrumento para una transformación social general porque su implantación a escala mundial supondría la abolición del mercado mundial y la disolución de la economía mundial contemporánea en pequeños grupos locales de producción e intercambio; es decir, por su propia esencia representarían un retroceso desde la economía altamente desarrollada del capitalismo a la economía mercantil medieval.


Pero el hecho es que los sindicatos no están en situación de realizar ninguna ofensiva de carácter económico contra el beneficio porque no son más que la defensa organizada de la fuerza de trabajo contra los ataques del capital, es decir, expresan la resistencia de la clase obrera contra la opresión de la economía capitalista.


Por qué razón hay que degradar la inteligencia, el espíritu de justicia, la voluntad del hombre?» (Vorwärts, 26/3/1899). Para Bernstein, la distribución justa que propone no será consecuencia de la necesidad económica, sino del libre albedrío del hombre; o más precisamente, dado que la voluntad misma no es más que un instrumento, será consecuencia de la comprensión de la justicia, en resumen, de la idea de justicia.


La reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre sí y al mismo tiempo se excluyen mutuamente, como el Polo Norte y el Polo Sur o la burguesía y el proletariado.


Toda constitución legal no es más que un producto de la revolución.


no busca la realización del socialismo, sino la reforma del capitalismo, no busca la supresión del sistema de trabajo asalariado, sino la disminución de la explotación. En resumen, no busca la supresión del capitalismo, sino la atenuación de sus abusos.


La realidad es justamente la contraria. ¿Qué distingue a la sociedad burguesa de las sociedades de clase precedentes, la antigua y la medieval? Precisamente la circunstancia de que la dominación de clase actual no descansa sobre unos «derechos adquiridos», sino sobre relaciones económicas materiales, sobre el hecho de que el trabajo asalariado no es una relación jurídica, sino puramente económica.


No es la ley, sino la necesidad y la carencia de medios de producción los que obligan al proletario a someterse al yugo del capital.


no hay ley en el mundo que, en el marco de la sociedad burguesa, pueda darle al proletariado esos medios de producción porque no fue la ley la que le privó de ellos, sino el desarrollo económico.


La conquista del poder estatal por el proletariado, es decir, por una amplia clase popular, no se puede provocar artificialmente, sino que implica un cierto grado de madurez de las relaciones político-económicas


En primer lugar, una transformación tan importante como la transición de la sociedad desde el orden capitalista al socialista es imposible que se produzca de repente, de un solo golpe exitoso del proletariado. Creer esto posible refleja una concepción claramente blanquista. La transformación socialista presupone una lucha larga y tenaz en la que muy probablemente el proletariado habrá de retroceder más de una vez, de modo que, desde el punto de vista del resultado final de toda la lucha, la primera vez que tome el poder habrá de ser necesariamente «demasiado pronto».


Así pues, tales asaltos «prematuros» del proletariado al poder político del Estado son en sí mismos un importante factor histórico que determina el momento de la victoria definitiva.


Pero el cooperativismo no puede prosperar en medio de la producción capitalista.


Cree defender una ciencia humana general, abstracta, un liberalismo abstracto, una moral abstracta. Pero como la sociedad real se compone de clases que tienen intereses, propósitos y concepciones diametralmente opuestos, por el momento resulta ser pura fantasía, un autoengaño, hablar de una ciencia humana general de las cuestiones sociales, un liberalismo abstracto, una moral abstracta. La ciencia, la democracia y la moral que Bernstein cree humanas y universales no son más que la ciencia, la democracia y la moral dominantes, es decir, la ciencia, la democracia y la moral burguesas.


Pero una vez que el desarrollo de la lucha de clases y su reflejo en las condiciones sociales llevó al abandono de esas teorías y a la elaboración de los principios del socialismo científico, ya no puede haber más socialismo que el marxista, al menos en Alemania, ni puede haber otra lucha de clases socialista que la socialdemócrata


Los momentos de desfallecimiento y temor, lejos de constituir sorpresa alguna para la doctrina marxista, ya fueron previstos por Marx hace mucho tiempo, cuando hace más de medio siglo escribió El 18 Brumario de Luis Bonaparte:

Marco Herrera Solar. Last modified: July 03, 2024. Sitio hecho con Franklin.jl y Julia programming language.