Las malas (Villada, Camila Sosa)


Highlights


Lo que la naturaleza no te da, el infierno te lo presta.


Llega un momento de la vida en que ningún recuerdo está a salvo.


Van ahí porque saben que no se podría estar más a salvo en ningún otro lugar. Llevan al niño en una cartera.


Tan sólo con agachar la cabeza las travestis logran el don de la transparencia que les ha sido dado en el momento de su bautismo.


Nadie en este mundo ha dormido nunca realmente si una travesti no le ha cantado una canción de cuna.


Por mayoría, elegimos llamarlo El Brillo de los Ojos.


La ausencia de color en la comida es triste y desmoralizadora.


Cris se sentó en los sillones más caros de la pantalla, con las conductoras más rubias, más bobas, más conservadoras del momento. Y era la más bella.


¿Qué hacer con la certeza de que la mirada del otro dice lo mismo que la nuestra, que es posible por un momento amarse con alguien, que es posible salvarse, que la felicidad existe?


¿Cómo iba a saber alguien como Nadina, que había recibido amor sólo de machos golpeadores, que podía existir la suavidad y la ternura de un amor como el que Laura le ofrecía?


La Tía Encarna era la ferocidad de la belleza. No la belleza entera, sino una fracción doliente e inolvidable: la más feroz.


La desidia de la gente ese día me ofreció una revelación: estaba sola, este cuerpo era mi responsabilidad.


Ninguna distracción, ningún amor, ningún argumento, por irrefutable que fuese, podían quitarme la responsabilidad de mi cuerpo. Entonces me olvidé del miedo.


Me miro al espejo y me deseo, así pintada con las pinturas de mi mamá, me deseo como nunca nadie me deseó.


Desde ese día mi cuerpo cobró un valor distinto. Dejó de ser importante el cuerpo. Una catedral de nada.


Quien duerme aquella noche es la mitad de mí misma. La otra mitad comienza a ser devorada por el destino que le han programado: ser puta.


A las travestis no nos nombra nadie, salvo nosotras.


Pero cuando una travesti llora y te dice que te vayas, es mejor quedarse, porque el dolor de las travestis, las pocas veces que asoma de verdad el dolor de una travesti, es como un hechizo: somete al espectador a un estado de lisergia triste, de pena fosforescente


En momentos así, una desea ser capaz de recordar. En momentos así, una se encomienda a la memoria.


Si acaso hay violencia en esta casa, somos nosotras quienes la traemos en el cuerpo.


El deseo de morir viene de muy niño, un prematuro fantasma del suicidio con el que me entiendo desde pequeño. Sé que está ahí, lo identifico con claridad, lo distingo de entre todos los deseos posibles, aún sin saber que me libraré de él al convertirme en travesti, que, contrario a lo anunciado, la salvación serán un par de tacos y un lápiz de labio color rosa viejo.


rezo para que las tetas me crezcan durante la noche, para que mis padres me perdonen, para que me nazca una vagina entre las piernas. Pero no. Entre las piernas tengo un cuchillo.


Hoy la calle está tranquila. Somos las únicas habitantes de toda la ciudad. Quien nos vea esta tarde, tumbadas sobre el césped, tomando mates al sol, untadas en Coca-Cola, del color del caramelo líquido, va a soñar con nuestros cuerpos y nuestras risas, será una imagen insoportable, como la visión de Dios.


«Yo soy puta, no ladrona», le respondo. No sé bien qué quiero decirle. Él no vuelve más y es una pena, porque era guapo, pero se lo merecía, igual que los demás. Para que sepan que somos más caras que lo que sus mentes heterosexuales pueden imaginar.


Me pregunto qué habría pasado si, en vez de mandar la rabia a lo más hondo de nuestra alma travesti, nos hubiéramos organizado. ¿Qué pasó, en cambio? ¿Adónde nos llevó tragarnos el veneno? A morir jóvenes. Porque, salvo en esos súbitos y rabiosos estallidos fratricidas, las travestis no matábamos ni una mosca.


Así era mi doble vida. El camino a casa de mis padres cruzando las sierras justo por su columna vertebral, la náusea, las continuas ganas de abandonarlo todo, el revoltijo de sentimientos, no terminar de entender si los amaba o si los odiaba, si me era posible seguir viviendo con aquella imposición de ellos, a cambio de su protección y su afecto, o si iba a terminar ahogándome en el rencor y el sufrimiento.


Él era la pasión que enfermaba mi vida. Imposible dejar de desearlo, incluso con sus agresiones, incluso con su violencia, yo era con él como quería ser.


Tengo miedo, pero también me causa risa verlo tan desesperado por ser penetrado, un niño caprichoso por una verga.


Hay que ver cómo se les estruja la escala de valores cuando tienen ese pene adentro.


El triunfo de volver a casa habiendo sido invisibles y llegar limpias de agresiones.


«Ser travesti es una fiesta, mi amor, mirá a todas las que nos miran»,


En ese momento de confusión Angie logró encontrar su navajita y se la clavó en la cintura al otro, y yo miré la hermosa cara ensangrentada de mi amiga y al nene de mamá lloriqueando con las dos manos agarrándose la panza, y La Tía Encarna nos gritó: «¡Salgan de una vez, pelotudas!», y vimos una horda de travestis que venían al rescate, dispuestas a descargar su larga furia acumulada.


La había amado como merece amarse lo más sagrado del mundo. Porque para él también había sido una fiesta estar al lado de una travesti.


Así fuimos olvidando lo importante: que ser travesti era una fiesta. Porque la más hermosa de todas nosotras ya no estaba ahí para recordárnoslo.


Me sacaba toda la ropa, se sacaba toda su ropa y, desnudos bajo el cielo, tratando de no gemir para no molestar a los animales, rendíamos honor al pecado.


he dinamitado este cuerpo.


La Tía Encarna había ingresado en la vida blanca. La vida del camaleón, la de adecuarse al mundo tal y como es. Me dice que El Brillo lo sabe todo. No hay nada que ocultarle. Es muy sabio el niño. En ese momento él deja de mirar la televisión y dice: «Sí, lo sé todo. Ella es mi mamá y mi papá. No todos los niños del mundo tienen esa suerte». Yo pensé en cómo se desintegraba el amor en toda familia, pero ellos dos no eran una familia; el título de familia les quedaba corto. Lo de ellos era un amor mucho mayor, era toda la comprensión de la que era capaz el ser humano.

Marco Herrera Solar. Last modified: July 03, 2024. Sitio hecho con Franklin.jl y Julia programming language.